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miércoles, 18 de junio de 2025

 Análisis Táctico Operativo: del caos al control.

La ciencia policial orientada a la eficiencia operativa

 


Por:  David Posada Munive.

 

 

La seguridad pública enfrenta desafíos complejos, alimentados por grupos y redes criminales cada vez más sofisticadas; tecnologías, subterfugios y lagunas legislativas aprovechadas para perpetrar ilícitos; delitos cada vez más violentos y un entorno urbano en constante transformación. En este escenario, la capacidad de responder con rapidez, precisión y estrategia no es un lujo, sino una necesidad. Es aquí donde una herramienta crucial, pero poco comprendida, se vuelve el diferenciador entre la estrategia y la improvisación, entre la experiencia y la incompetencia. La seguridad pública contemporánea requiere inteligencia y análisis criminal, no solo reacción.

 

El análisis táctico operativo surge como una herramienta pragmática de la inteligencia policial y criminal, en respuesta a una necesidad muy específica: actuar con rapidez y eficacia ante incidentes delictivos graves, relevantes o de “alto impacto”, especialmente en contextos urbanos de alta violencia o criminalidad organizada. Se dice comúnmente en los ámbitos de inteligencia operativa que "la inteligencia es información elevada al grado de certeza, útil para la toma de decisiones" , pero entonces surgen muchas dudas sobre el verdadero grado de certeza que ofrece el análisis táctico operativo cuando la información que se va recolectando en tiempo real no pasa por un proceso riguroso de sistematización y, por tanto, no ofrece certidumbre.

 

La realidad es que la inteligencia criminal y la inteligencia policial ofrecen esta categorización o forma de clasificar la inteligencia en razón de la necesidad información que satisface; es decir, podemos clasificarla en inteligencia básica, porque se trata de requerimientos de inteligencia permanentes y generales que cotidianamente se deben ir generando; inteligencia emergente, porque satisface los requerimientos puntuales y concretos de una organización, presentando el estado de una situación o de un acontecimiento, señalando los riesgos inmediatos y opciones de evolución del contexto en el corto plazo, e inteligencia crítica, porque produce elementos informativos con criterios de validez para la gestión de una crisis, permitiendo tomar decisiones rápidas y acertadas con la información disponible en ese momento, pero otorgándole fiabilidad en virtud del contraste con la inteligencia básica y emergente, como con la fuente de recolección, que comúnmente es directa y cerrada, es decir, no son solo datos, sino cocimiento procesado con valor táctico.

 

¿Qué es el análisis táctico operativo?

 

Se trata de una metodología de inteligencia aplicada que busca apoyar la toma de decisiones inmediatas ante eventos delictivos, especialmente aquellos de alto impacto, como homicidios, secuestros, extorsión o enfrentamientos armados. A diferencia del análisis estratégico (que proyecta tendencias a largo plazo) o el análisis operativo tradicional (que apoya investigaciones en curso), el análisis táctico se concentra en el “aquí y ahora”; su propósito es ofrecer una lectura rápida, integral y contextualizada del incidente: ¿qué pasó?, ¿dónde?, ¿quiénes podrían estar implicados?, ¿hay patrones similares?, ¿existen vínculos con eventos anteriores? Este conocimiento, procesado y entregado en minutos u horas, optimiza y agiliza la reacción de las autoridades, incrementando la probabilidad de detención de responsables, contención del daño y prevención de réplicas.

 

El análisis táctico operativo no es solo una herramienta policial, sino una mirada científica al crimen; es una práctica interdisciplinaria que combina ciencias sociales, criminología, estadística, geointeligencia, análisis criminal, psicología y muchas otras ciencias. Utiliza tecnologías como sistemas de información geográfica (SIG), minería de datos, videovigilancia inteligente y bases de datos criminalísticas, pero su valor no radica únicamente en el hardware tecnológico, sino en la capacidad humana para interpretar la información de forma crítica y convertirla en acciones concretas en el terreno.

 

Un caso ilustrativo es el de ciertos centros de mando en ciudades mexicanas, donde células especializadas en análisis táctico operan las 24 horas. Ante un homicidio registrado por los sistemas de videovigilancia o de emergencia, los analistas monitorean inmediatamente la zona, revisan antecedentes en esa misma zona, cruzan información con detenciones recientes, analizan rutas de escape y generan alertas para patrullas cercanas y unidades de investigación. A menudo, esta respuesta articulada permite capturas en flagrancia o ubicar vehículos utilizados por los probables responsables. Además, cuando se acumulan eventos similares en un perímetro o bajo un mismo modus operandi, el análisis táctico puede anticipar nuevas agresiones y reorientar los despliegues preventivos.

 

Desafíos y horizontes

 

El análisis táctico operativo no está exento de retos: la necesidad de comunicarse en tiempo real y de forma práctica, los riesgos de la interoperabilidad y de comunicación segura,  la fragmentación de bases de datos, la falta de personal capacitado o la resistencia institucional al uso de inteligencia pueden limitar su efectividad. A ello se suma la necesidad de operar bajo estrictos criterios éticos y legales, para evitar violaciones a derechos humanos en el uso de información sensible.

 

Sin embargo, su potencial es innegable. En un país donde muchas investigaciones inician sin pistas claras, contar con herramientas que articulen inteligencia e intervención en tiempo real puede marcar la diferencia entre la impunidad y la justicia. En última instancia, el análisis táctico operativo representa una apuesta por una policiamiento más racional, científico y proactivo. Frente al caos aparente del crimen, propone método; frente a la reacción improvisada, ofrece estrategia. En un contexto donde cada segundo cuenta, este enfoque puede ser, literalmente, una cuestión de vida o muerte; así, el análisis táctico operativo no solo acelera la respuesta ante el delito, sino que transforma la reacción en estrategia, y la incertidumbre en decisiones informadas.



iurisdapomu@gmail.com







miércoles, 4 de junio de 2025

 La urgencia de formar negociadores de crisis en las instituciones policiales mexicanas para la prevención de linchamientos

 

Por: Guillermo Alberto Hidalgo Montes

 

Frente al fracaso de los sistemas sociales, México ha vivido en los últimos años un alarmante aumento en los casos de un tipo de justicia colectiva por mano propia coloquialmente conocida como “linchamientos”. Esta práctica no solo refleja la desconfianza y el hartazgo de la ciudadanía en las instituciones encargadas de las políticas públicas, la seguridad, así como la procuración de justicia. Sin embargo, esta práctica ha sido utilizada muchas veces por la delincuencia organizada con el fin de ocultar sus actividades en algunas comunidades del país. Entre los años 2020 y diciembre de 2024, se registraron más de mil intentos de linchamientos, así como linchamientos efectuados en todo el territorio nacional, con un promedio de más de 254 casos por año. Este fenómeno no solo representa una grave violación a los derechos humanos y el estado de derecho, sino que también evidencia la necesidad urgente de contar con personal policial especializado en negociación de crisis para prevenir estas tragedias y una comprensión por parte de los gobernantes de que los delegados de las secretarías de gobernación no puedes llevar a cabo dichas negociaciones para el control de crisis. Debiéndose limitarse únicamente a las negociaciones de ciertas exigencias mas no las que conllevan la seguridad de la ciudadanía, probables responsables de la comisión de algún delito (victima potencial de linchamientos) y/o involucrados (personas que amenazan con perpetrar el linchamiento).

 

Los linchamientos son catalogados como manifestaciones extremas de violencia colectiva, donde una multitud decide castigar a una persona sin mediar proceso legal alguno. Este acto, además de ser ilegal, socava el estado de derecho y perpetúa un ciclo de violencia difícil de romper. Los linchamientos suelen surgir en contextos donde la población percibe una ausencia o ineficacia de las autoridades para impartir justicia, lo que lleva a las comunidades a tomar la ley en sus propias manos. Sin embargo, hoy en día se ha utilizado este tipo de fenómenos para poder encubrir operaciones ilícitas como puede ser el evitar que ingresen autoridades a poblaciones donde puede haber actividades como robo de hidrocarburo u operaciones de algunas células delictivas.

 

Para ilustrar lo anteriormente expresado, mencionaremos dos casos mediáticamente atendidos (mas no los únicos) que ilustran la gravedad de esta problemática. En marzo de 2024, en Taxco, Guerrero, la desaparición y asesinato de la niña Camila Gómez Ortega provocó la indignación de la comunidad. Ante la percepción de inacción por parte de las autoridades, una turba linchó a una mujer y agredió a dos hombres, que tenían probable implicados en el crimen. Otro caso emblemático ocurrió en noviembre de 2004, en San Juan Ixtayopan, Tláhuac, Ciudad de México, donde tres agentes de la Policía Federal Preventiva fueron linchados por una multitud que los acusó erróneamente de intentar secuestrar a niños. Este hecho evidenció la falta de coordinación entre las autoridades y la desconfianza de la población hacia las instituciones de seguridad.

 

Diversos estudios señalan que los casos de linchamientos en México son consecuencia de una combinación multifactorial de carácter sociológica. La desconfianza en las instituciones de seguridad y procuración de justicia, así como una marcada percepción de impunidad y falta de acceso a servicios institucionales son algunos de los elementos que contribuyen a que la población recurra a la justicia por propia mano. Además, la ausencia de canales efectivos de comunicación entre las autoridades y las comunidades agrava la situación, impidiendo una respuesta oportuna ante situaciones de crisis. Otro factor clave es que en masa, las personas pierden su individualidad y dejan de comportarse como un grupo de individuos para convertirse en una turba, es decir “una multitud, una muchedumbre, un grupo numeroso de personas que se mueve de manera desordenada, alborotada, y a menudo con un comportamiento no regulado”.

 

La presencia de personal policial especializado en negociación de crisis es fundamental para prevenir linchamientos y otros actos violentos. Estos profesionales deben estar capacitados para manejar situaciones de alta tensión, establecer comunicación efectiva con las partes involucradas y desescalar conflictos antes de que se tornen violentos y fuera de control. Expertos de talla internacional como Vince Dalfonzo agente del FBI y uno de los negociadores vivos más importantes actualmente demuestran que las crisis pueden ser: a) expresivas (movidas por sentimientos) como puede ser el asesinato de un niño y la violencia sexual hacia una mujer de la comunidad o b) instrumentales (con el fin de obtener algo como encubrir actividades ilícitas). Otro factor para tomar en cuenta es la de los famosos “rehenes”. No todas las personas retenidas en una crisis son rehenes, estos deben cumplir ciertos criterios de instrumentalización de los mismos por lo que solo el 5% de las personas retenidas en situaciones de crisis son realmente rehenes. Por lo tanto, intentar que personas externas a las instituciones policiales sin formación en la materia se hagan cargo de las negociaciones abre la puerta para que en lugar de tener a un retenido (persona que amenazan con linchar) tengamos dos (el “negociador” de la secretaria de gobernación). Incluso, el mal informar a los medios de comunicación sobre lo ocurrido puede generar un descontrol en la situación que se está llevando a cabo. Hace unos años me tocó estar en el equipo que desarrolló un protocolo contra linchamiento y fue lamentable como un protocolo de seguridad se desvirtuó para volverse un protocolo para que los políticos se cubrieran las espaldas en caso de linchamiento, y la seguridad de la población, de los policías y de las personas retenidas ¡Muy bien gracias! Una persona con 20 años de servicio en alguna policía o en las fuerzas armadas no necesariamente sabe de negociación un criminólogo no necesariamente sabe de negociación (ni se diga un delegado de gobernación) para poder ser negociador de crisis te debes preparar para ser uno. Es decir, cualquier perfil de los antes mencionados funciona, siempre y cuando te especialices en ello.

 

Para fortalecer la capacidad de las corporaciones policiales en la prevención de linchamientos, es necesario implementar políticas públicas, criminológicas y policiológicas enfocadas en la capacitación y profesionalización del personal en negociación de crisis. Además de aprovechar que en la mayoría de los casos las instituciones policiales se vuelven “literalmente” en primer respondiente, es decir, son los primeros en llegar. Sin embargo, eso exige elementos policiales diferentes. El estudio "20 propuestas para una Agenda de Seguridad y Justicia", elaborado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, destaca la importancia de crear policías estatales y municipales bien formadas, surgidas de una genuina carrera policial, bien remuneradas y con derechos laborales adecuados. Además, se propone diseñar un modelo de investigación criminal que establezca las bases mínimas y la estructura para el funcionamiento del sistema penal, lo que permitiría una respuesta más efectiva ante situaciones de crisis.

 

Los linchamientos en México son una manifestación alarmante de la desconfianza ciudadana en las instituciones políticas, de seguridad, así como de procuración de justicia, pero también se han convertido en herramienta de grupos delincuenciales muy efectiva y mediática. Para prevenir estas tragedias, es imperativo contar con personal policial especializado en negociación de crisis, capaz de intervenir de manera oportuna y efectiva. La implementación de políticas públicas criminológicas y policiológicas enfocadas en la capacitación y profesionalización de las instituciones policiales es un paso fundamental para restaurar la confianza de la ciudadanía en las instituciones y garantizar el respeto al estado de derecho. Los linchamientos en México se han convertido en un grito que nos dice que es momento de actuar con inteligencia, estrategia y humanidad. Profesionalizar a policías como negociadores, generar protocolos claros y concretos para estos casos y equipar correctamente a los negociadores con el equipo necesario para realizar esa función son, quizá, unas de las decisiones más urgentes y menos discutidas en la agenda nacional de seguridad.


Porque en México no puede haber lugar para más linchamientos. Ni por enojo, ni por abandono y mucho menos por complicidad.

 

hidalgomontes@gmail.com