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viernes, 11 de diciembre de 2020

Militarización de la Seguridad Pública: pequeños detalles, grandes errores.


Por: David Posada Munive



    Hace poco observaba a un Policía Militar que portaba brazalete de la Guardia Nacional y vi que traía consigo su placa de identificación tipo “dog tag”, que colgaba de su cuello; de manera inconsciente me puse a pensar en su utilidad y en sus riesgos… 


    Las placas o chapas de identificación son de uso reglamentario para las Fuerzas Armadas de muchos países en el mundo. Los Convenios de Ginebra, (C. I, art. 16 y C. III, art. 17), refieren a la obligación de los Estados en conflictos armados de dotar a sus combatientes de placas de identidad; por su parte el Estatuto de Roma (art. 8), en lo relativo a los crímenes de guerra, tipifica el hecho de que un combatiente despoje de las placas de identidad a un contrario, vivo o muerto. En Estados Unidos, su uso obligatorio está establecido según la Regulación 670-1 (AR670-1) p3-11: “…los soldados usarán placas de identificación en todo momento mientras estén de servicio en uniforme, a menos que el comandante indique lo contrario…”. La principal razón por la que los militares deben portarla es para su identificación en caso de resultar heridos o abatidos en combate, así como tener referencias de datos médicos genéricos útiles que faciliten su tratamiento en caso de resultar heridos. 


    A las placas de identificación también se les conoce en el argot militar como “chapa de perro” o “perrera”, ya que son semejantes a las placas metálicas empleadas en los collares de las mascotas con los datos de localización de sus respectivos dueños en caso de extraviarse. Los datos que deben grabarse en las placas de identificación según la reglamentación de cada país son diversos, pueden llevar el nombre del militar, un número de identificación único (matrícula), el grupo sanguíneo, el historial de vacunación, u otros datos que permitan identificar plenamente al soldado, incluso su religión; suelen fabricarse con metales resistentes a la corrosión, como el monel[1], el aluminio o el acero inoxidable, aunque en tiempo de guerra se ha llegado a emplear cualquier metal disponible.[2]


    El origen de las “chapas de perro” es incierto, pero una de las historias válidas narra que durante la Guerra Civil de 1861-1865, algunos soldados estadounidenses llevaban notas de papel con su nombre y domicilio en sus uniformes; otros soldados identificaban sus mochilas rayando plantillas con una navaja o la hebilla del cinturón del Ejército. Esto llamó la atención de los dueños de imprentas y fabricantes de tarjetas de presentación, quienes visualizaron una oportunidad de negocio y comenzó a publicitarse en los periódicos el servicio de “tarjetas de identificación militar”. Poco después se empezaron a fabricar en bronce o plomo con un agujero que por lo general tenían en uno de los extremos, con un águila o escudo troquelado, y frases como “War 4 Union” (La Guerra por la Unión), o “Freedom, Union and Equal” (Libertad, Unión e Igualdad), mientras que en la otra cara de la placa se mencionaba el nombre y unidad del soldado. 


    Un neoyorquino llamado John Kennedy escribió al entonces Ministro de Guerra (Secretario de Defensa) del Ejército de los EE.UU. en 1862, sugiriéndole suministrar las chapas a todos los funcionarios y hombres en el Ejército Federal, adjuntando un diseño para la chapa. Se dice que en el Archivo Nacional de Los EE.UU. se encuentra el original de esa carta, la cual como respuesta fue denegada, sin mayor explicación. Al final de la guerra, más del 40% de los muertos en la Guerra Civil de la Unión no pudieron ser reconocidos. 


    La cantidad de chapas que se llevan también depende del reglamento de cada país, pudiendo ser una o dos. Generalmente, si la normatividad indica que sea sólo una, ésta es de un material que puede romperse fácilmente en dos partes y los datos están grabados en ambas; mientras que si se emplean dos chapas, éstas son idénticas, y una de ellas cuelga de una cadena más corta, adherida a su vez de la cadena principal. Si el soldado muere en el campo de batalla y no es posible recuperar su cuerpo de inmediato, el compañero más cercano debe recuperar una de las chapas, en caso de haber dos, o romperla por la mitad si éste lleva una, de esta forma se puede identificar el cuerpo y confirmar la baja. 


    Algunas recomendaciones que han surgido de experiencias en el uso de las “chapas de perro” son: 

- Procurar, incluso a nivel reglamentario, que las placas sean de color verde olivo o negro mate, para evitar el brillo, ya que puede delatar la posición del soldado. 

- Portarlas con “silenciadores”, que son los recubrimientos plásticos o de goma que van alrededor de la placa, para evitar que suenen al chocar cuando el soldado se desplaza. 

- No grabar el nombre completo, sino únicamente las iniciales, adicional al número de matrícula y los datos del grupo sanguíneo y alergias, en su caso, si es donante o no de órganos. 

- Que la correa no sea tan larga y sea de un material resistente pero fácil de romper o arrancar con un firme jalón, para poder ser recuperadas con facilidad y evitar ahorcamientos con la correa. 

- Grabar los datos suficientes para ser identificados, sin necesidad de poner domicilio, teléfonos u otros datos personales que puedan ser empleados con fines maliciosos. 


    La pregunta obligada es: ¿deben las Policías reglamentar el uso de placas de identificación para sus integrantes? Al principio podría sonar a una buena idea, tomando en cuenta que en México hay cifras muy elevadas sobre policías y militares desaparecidos, así como los recurrentes hallazgos de fosas clandestinas; sin embargo, debemos tomar en cuenta que la función policial requiere acciones más directas y cercanas a la sociedad, por lo que el uso de estas chapas de identificación podría resultar perjudicial, y con ellas sujetar o dañar a los policías en alguna intervención en que se requiere el contacto físico con otras personas. 


    Todo esto viene a colación únicamente para concluir con una reflexión: si el uso de una simple placa de identificación merece un sesudo análisis respecto a si por ser de origen o tradición militar podría ser útil o aplicable en la función policial, ¿por qué cosas tan importantes como el mando operativo, el adoctrinamiento, el adiestramiento y hasta el talento humano, simplemente pasan de ser de carácter militar a civil con un “decretazo”?...Seguimos pendientes... 


iurisdapomu@gmail.com








[1] Aleación de Níquel y Cobre.

[2] Medals of America. “The history of Dog Tags”. Disponible en: https://www.medalsofamerica.com/blog/the-history-of-dog-tags/

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