México y Estados Unidos: ¿Más policías o mejor capacitación?
Por: Guillermo
Alberto Hidalgo Montes
A través del
tiempo, la relación entre México y Estados Unidos en materia de seguridad ha
sido un tema de constante tensión y negociación y desde el regreso del
presidente Trump ha añadido un ingrediente de franca hostilidad a este coctel.
Con la reciente reconfiguración de acuerdos bilaterales y el cambio de enfoque
en la cooperación entre ambos países, la pregunta central sigue siendo la
misma: ¿qué necesita más México para hacer frente a la crisis de violencia e
inseguridad? ¿Más policías en las calles o una mejor profesionalización de los
cuerpos de seguridad?
El paradigma
de la seguridad en México ha oscilado entre una estrategia basada en el
incremento del número de efectivos y otra orientada a la mejora de las
capacidades institucionales. Sin embargo, la evidencia apunta a que el simple
aumento de elementos en las fuerzas del orden no garantiza una disminución de la
violencia y/o la delincuencia. Ejemplo de ello son los constantes casos de
corrupción, abuso de autoridad y la falta de confianza ciudadana en las
instituciones de seguridad.
Desde la
Iniciativa Mérida hasta su transformación al Entendimiento Bicentenario, la
cooperación entre México y EE.UU. ha tenido altibajos, pero una constante es la
preocupación de Washington por el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad
mexicanas. No obstante, la prioridad debe estar en la calidad sobre la
cantidad. Un policía bien formado, con capacidades técnicas y conocimientos en
derechos humanos, investigación criminal y resolución de conflictos, es mucho
más valioso que diez policías sin preparación adecuada. El problema radica es
que, se confunde la calidad de la formación y profesionalización con las horas
necesarias para ello. Hemos pasado de 872 horas necesarias para la formación de
un elemento policial en 2012 a 1,080 en 2024 y no se ha visto una mejora
sustancial. En América Latina existen casos como el de Perú donde la Policía
Nacional estudia seriamente bajar su formación de 3 años a 1 ya que no se ve el
impacto positivo de tiempo versus calidad. Y ni se diga de lo lento que es el
cambio o adición de temas en el Programa Rector de Profesionalizacion (que es
el documento que rige la formación y profesionalización policial en Mexico), ya
que el Sistema Nacional del Seguridad Pública se ha viste lento desde hace
lustros para poder estar en la vanguardia en temas como uso de la fuerza,
análisis criminal, bienestar mental policial, protocolos de seguridad en caso
de detención de laboratorios o cargamentos con drogas (la intoxicación por
contacto de fentanilo es una realidad mortal en el servicio policial en
México), por solo mencionar algunos temas.
El caso de la
policía comunitaria en diversas regiones del país es un ejemplo de cómo la
capacitación y la cercanía con la población pueden generar mejores resultados
que la mera militarización de la seguridad. La cooperación con Estados Unidos
debe enfocarse en la transferencia de tecnología, inteligencia y programas de
profesionalización que permitan construir instituciones confiables, no solo en
dotar de armamento y equipamiento a fuerzas mal preparadas y poder lograr que
aquellos elementos que salen de las academias de formación, con el tiempo se
vuelven los jefes de sus policías, es ahí y solo ahí donde se ve coronado un
sistema policial tal y como pasa en las fuerzas armadas, donde un cadete entra
al sistema de formación y sabe que si hace bien las cosas y es dedicado hay
altas posibilidades de llegar a general y porque no, quizá, secretario de Defensa
o Marina (según sea el caso). Esto le cerraría la puerta a pseudo expertos en
seguridad que no tienen el perfil ni los conocimientos necesarios para dirigir
una institución policial.
La respuesta a
la pregunta inicial es clara: México necesita mejor capacitación, estructuras
sólidas y cuerpos de seguridad con altos estándares de profesionalismo. No se
puede generar a los mejores policías si no tienes a los mejores instructores, y
que estos roten entre la academia y la calle cada 3 o 4 años, para que puedan
aplicar su expertise en la calle al mismo tiempo de poder aplicar los
conocimientos especializados que van adquiriendo ya que en muchas academias de
nuestro país tenemos a instructores con 20 años de experiencia en aula y el
mismo tiempo sin pisar la calle. ¿Qué puede enseñar en esas circunstancias si
la fenomenología delincuencial de hace 20 años no es la misma que la de ahora? Sólo
así se podrá garantizar una seguridad sostenible y efectiva, más allá de las
coyunturas políticas y los intereses de corto plazo.
hidalgomontes@gmail.com
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