Cuando la Corrupción se Convierte en Deporte Nacional
Por: Guillermo Alberto Hidalgo Montes
Hace unos días
un abogado en el estado de Arizona, en la unión americana me cuestionaba sobre
la corrupción en México. Llamó seriamente la atención que hay actos de
corrupción tan cínicos que, al verlos en la cotidianeidad ya los pasamos desapercibidos
(hasta cierto punto nos acostumbramos), sin embargo, para los ojos de los
extranjeros, lo que es nuestra realidad día a día, para ellos es poco más que
imposible.
No es
noticia nueva decir que México ocupa un lugar crítico con relación a los
fenómenos de la corrupción e impunidad, los hechos ocurridos en la última
década hablan por sí mismos: la lucha contra el crimen organizado, donde tal
pareciera que la política gubernamental es la de prueba y error hasta que
funcione (no importando la cantidad de delitos violentos que como consecuencia
se han tenido desde el año 2006), los niveles altos de corrupción al interior
de los poderes políticos (con casas blancas incluidas), las desapariciones
forzadas y un número sobresaliente de delitos no investigados ni castigados,
han generado en la esfera de la opinión pública nacional e internacional una
percepción de ingobernabilidad y una auténtica preocupación ciudadana que ha
desembocado en la exigencia hacia el Estado de respuestas y soluciones.
Amable lector,
al punto que hemos llegado como nación es insostenible, imagínese usted: Según
la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) con sede en
Francia, de 34 países miembros ocupamos (¿Por qué no?) el lugar 34 en
corrupción e impunidad, si nos vamos a los que la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) registra, nos ubicamos en el lugar 95 de 168 en el mundo, justo
por debajo de países como Filipinas y
Bolivia mientras, por mencionar el país dónde se me cuestionó, EUA, ocupa el
lugar número 16.
Usted
podría replicar: “Bueno una cosa es como nos ven en el extranjero y otra como
estamos”. En la última Encuesta Nacional sobre Victimización y Percepción de la
Seguridad Pública (ENVIPE) 2014 realizada por el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía (INEGI) indica que los mexicanos perciben a la
impunidad como uno de los diez problemas más importantes que aquejan a la
entidad en la que viven. Incluso los equipos de planeación de los últimos
presidentes de México han desarrollado estrategias para el mejoramiento de la
seguridad pública focalizando esfuerzos en dos acciones claras: la creación de
más y mejores policías y en la legislación de penas más severas para aquellos
que cometan delitos de alto impacto, como el secuestro. A pesar de estos
esfuerzos el fenómeno parece que siguiera arraigado en el sistema político
dificultando así, la defensa de la justicia y por consiguiente de los derechos
humanos; ante este punto es necesario cuestionarse: ¿Qué situaciones ocurren al
interior de la estructura judicial de México que fomentan el crecimiento de
este fenómeno? El fenómeno de la impunidad pone en duda el cumplimiento del
derecho al acceso a la justicia pronta y expedita. En el deber ser, los actores
involucrados en el proceso de investigación y seguimiento a los delitos, así
como su castigo (desde la investigación, detención, proceso, sentencia y
reclusión) deberían garantizar que esto fuera así. Sin embargo no lo es, una
apuesta muy fuerte por parte del Estado mexicano, es sin duda, la entrada en
vigor del Nuevo Sistema de Justicia Penal, sin embargo sólo se encuentran
capacitados de forma adecuada un 30% de corporaciones policiales en el país y
la capacitación para agentes del Ministerio Público, Jueces y abogados litigantes
está para llorar, basta ver los cientos de videos que están en YouTube sobre
las pifias ridículas que se comenten en juicios. Lo cierto es que resultados
sobre el Nuevo Sistema de Justicia los podremos palpar de forma concreta en un
periodo de entre 5 y 10 años.
¿Hay
solución a tan desalentador panorama? La verdad es que sí, y aunque es muy
sencilla genera un sinfín de problemas. Educación, de nada sirve, tener más
policías, elevar las penas a políticos corruptos si son educados con
antivalores como la corrupción o con el de la impunidad si no entendemos que en
estos dos tópicos en particular no se dan en árboles, sino que son el resultado
de una pobre educación en el seno
familiar, por un lado tenemos a la población desfavorecida esperando que el “Papa
Gobierno” les dé y por otro tenemos a gobernantes que creen que son
descendientes de los mismísimos dioses, motivo por el cual son intocables.
Bueno
ejemplo nos dan los Obama, donde Sasha, la menor de las hijas, entró a trabajar
en verano a una cadena de comida rápida como cajera, sabia decisión de los
padres que dejará como resultado grandes enseñanzas para la joven, el
comprender como realmente viven las personas de a pie es fundamental para poder
desarrollar un criterio más apegado a la realidad social…me hubiese gustado ver
a algún hijo del matrimonio Peña-Rivera trabajando en una Oxxo, digo nada más
por curiosidad…
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