Víctimas de la Delincuencia
Por: Crim. Darío Hernández Guzmán
Mucho
se ha escrito y analizado respecto a las factores causales de la delincuencia,
del delincuente y en un segundo plano de la víctima, se han establecido
políticas de prevención del delito, de reinserción social y de apoyo a víctimas
del delito, sin embargo, estos no han sido del todo satisfactorias, pero con la
intención de abordar un tema más sensible y de mayor relevancia desde la
perspectiva preventiva y humanista, este autor opta por aportar un punto de
vista poco estudiado y trabajado, el destino al que están condenados los
descendientes directos de autores materiales o intelectuales de actividades
propias de la delincuencia, principalmente de la denominada organizada.
Es
bien sabido que la delincuencia organizada es un grupo de tres o mas personas
que cuenta con una estructura definida, rol y funciones específicas, modus operandi que evoluciona hasta la especialización
y sus integrantes se rigen por normas, valores o códigos de ética, gran
cantidad de organizaciones podrían ser equiparables a un negocio familiar en el
que se hereda el poder y la sucesión al mismo, esos grupos operan por un tiempo
determinado y condicionado a la aprehensión o desarticulación del mismo. Es en
este preciso momento cuando surgen los condenados indirectos de estos grupos
dedicados a actividades ilícitas y al estigma social.
Recordemos
que la gran mayoría de los integrantes de una organización delictiva cuenta con
familia y que su “modus vvivendi”
suele pasar encubierto cuando es de bajo rango, o “estilo de vida” sí es de
mayor jerarquía, pero debemos poner atención en los menores de edad que quedan
en desamparo y desprotegidos después de la captura de alguno de sus mentores.
Los
menores no solo se enfrentan al momento de estrés en el que elementos
policiales irrumpen en el domicilio o morada, sino a tiroteos, ruido, golpes,
insultos, vejaciones, además a la incertidumbre a la separación, quedando en
estado de indefensión y vulnerabilidad ante grupos rivales, en el mejor de los
casos a sobrevivir a estos hechos, suelen quedar bajo la tutela de algún
familiar cercano, quienes tendrán la difícil tarea de educarlos y de satisfacer
sus necesidades primarias, principalmente, alimento, vestido, casa e
instrucción formal.
En
este último rubro se manifiestan conductas de rebeldía contrarias a la
disposición reglamentaria de la institución escolar, problemas de adaptación y
convivencia, agresiones y bajo aprovechamiento escolar, son etiquetados como
alumnos conflictivos y sí el antecedente familiar sale a la luz pública, son
objeto de rechazo, burla y motivo de deserción.
Desde
el momento en el que su oportunidad de
desarrollo se ve truncado, el rencor hacia el reproche social y hacia la
“normalidad” se incrementa siendo estigmatizado y discriminado en cualquier
lugar donde el individuo pretenda reorganizar su vida. Este hecho lo orilla a
la convivencia con semejantes y al constante roce con gente que se desenvuelve
en medios contaminados, al ceder el punto de quiebre, retomará el camino de la
trasgresión hasta convertirse en un antisocial o parasocial; repitiendo así los
patrones conductuales a los que estuvo predispuesto en su infancia.
Es
por ello que surge la importancia de generar políticas integrales y útiles que
permitan brindar el apoyo emocional, social, humano e intelectual a estos
menores que permitan terminar con el ciclo violento en sus vidas y optar por el
desarrollo de personas sanas. Esto permitirá la disminución de delitos cada vez
más violentos y una sociedad sensible y humana.
geoherg@hotmail.com
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