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martes, 17 de junio de 2014

Los Jóvenes en Pandilla


Por: MSC Pablo Cajigal del Ángel.




     El estudio de la criminalidad juvenil constituye un tema de actualidad no sólo del derecho penal, sino también de la criminología y de las ciencias conexas. Para comprender el interés por el análisis y la búsqueda de soluciones para la delincuencia juvenil, es necesario ubicar este fenómeno dentro de la problemática de la sociedad actual. 


     La estructura social en que les ha tocado vivir a los niños y jóvenes de hoy, está caracterizada por una complejidad cada vez mayor, donde la búsqueda de soluciones no depende ni de fórmulas tradicionales ni de líderes carismáticos. 


     La delincuencia juvenil se ubica, por lo menos en México, dentro de un contexto social caracterizado por grupos de niños y adolescentes ubicados dentro de niveles de miseria o pobreza extrema, desempleo, narcotráfico, hacinamiento urbano, baja escolaridad o analfabetismo, agresiones sexuales y desintegración familiar. A estos grupos sociales se les han negado todos los derechos humanos tales como: el derecho a la vida, la salud, la educación, la vivienda, en fin, el derecho al desarrollo. Sumado a este contexto, hay que agregar que la sociedad actual se caracteriza por un debilitamiento de los sistemas tradicionales de apoyo para el desarrollo de la niñez y de la adolescencia.


     Las ciencias sociales tratan de explicar de diversas maneras los fenómenos que aquejan a los grupos sociales. En particular, cuando se presenta algún acontecimiento que no coincide con lo que se hubiera esperado desde la teoría, los académicos buscaran explicarlo, generando con ello un avance en el conocimiento y una ampliación del acervo teórico. 


     De acuerdo con Feixa, desde una perspectiva antropológica, la juventud aparece como una construcción cultural relativa en el tiempo y el espacio. Cada sociedad organiza la transición de la infancia a la vida adulta de una manera particular, por lo que las formas y contenidos de esta transición tienen grandes diferencias, dependiendo de la sociedad de la que se trate. Aunque este proceso tiene una base biológica, lo importante es la percepción social de estos cambios, las repercusiones para la comunidad, los valores asociados a este grupo de edad y los ritos que marcan sus límites. Por ello, para que exista la juventud debe haber, por una parte, una serie de condiciones sociales tales como normas, comportamientos e instituciones que distingan a los jóvenes de otros grupos de edad; y por otra, una serie de imágenes culturales tales como valores, atributos y ritos asociados a los jóvenes. Tanto unas como otras dependen de la estructura social en conjunto, es decir, de las formas de subsistencia, las instituciones políticas y las cosmovisiones ideológicas que predominan en cada sociedad. 


     En la sociedad occidental, la revolución industrial tuvo que ver con la concepción de la juventud tal y como la conocemos. Según Feixa, el joven fue inventado al mismo tiempo que la máquina de vapor. De acuerdo con ello, se puede marcar el inicio de esta etapa en la transición del feudalismo al capitalismo, así como en las transformaciones producidas dentro del seno de la familia, la escuela, el ejército y el trabajo. 


     En primer lugar la familia, que hasta entonces no se había ocupado plenamente de la educación y promoción de los hijos, empezó a desarrollar cada vez en mayor grado un sentimiento de responsabilidad respecto a ellos, cobrando además mayor importancia la afectividad. En contrapartida, se produjo una paulatina pérdida de independencia de parte de los hijos y la prolongación de su dependencia económica y moral respecto a la familia.


     En segundo lugar se transformó la escuela, ya que con el desarrollo del comercio y la burocracia, esta dejo de estar reservada para el clero y se convirtió en un instrumento normal de iniciación social, que poco a poco sustituyo a los tutores contratados por las familias. La escuela medieval donde estaba mezcladas las edades y la autoridad del maestro, fue reemplazada por sistemas de instrucción modernos, donde había planes escolares y una mayor organización de acuerdo con el nivel de instrucción. Este nuevo modelo respondía a un deseo de rigor moral: aislar por un tiempo a los jóvenes del mundo adulto y de acuerdo con la edad, infundir en ellos disciplina y conocimientos.


     En tercer lugar se modificó el ejército, transformación que afecto a los hombres. Con la Revolución Francesa, se instituyo el servicio militar masculino obligatorio, por lo que una nación en armas era defendida por jóvenes que al estar durante un tiempo conviviendo con otros de su edad, cobraban conciencia de su importancia como grupo para el país.


     Finalmente, se transformó el sector laboral. Por una parte, la industrialización abrió nuevas oportunidades de empleo y con ello dio entrada a jóvenes que así lograrían una mayor independencia económica para iniciar y planear su vida de acuerdo con sus propios deseos. Por otra parte, sin embargo, se requirió de una mayor preparación técnica para desarrollar las tareas del sistema industrial, lo que expulso a muchos jóvenes del trabajo asalariado y obligo a seguir asistiendo a la escuela para poder adquirir la preparación que se demandaba de ellos.


     Estos cambios afectaron primero a la burguesía y a los jóvenes, y poco a poco se fueron democratizando y extendiendo a las mujeres, la clase obrera, las zonas rurales y los países no occidentales. Al respecto, sin embargo, no todo fue positivo. Gillis señala que con el descubrimiento de la adolescencia y la juventud se produjeron dos reacciones de signo opuesto. Por un lado, el conformismo entre los muchachos burgueses, pues para ellos la juventud significaba un periodo de moratoria social marcada por el aprendizaje escolar y el ocio. Por otro lado, se promovió la delincuencia entre el sector proletario ya que la adolescencia representaba la expulsión del mundo laboral y el ocio forzoso, lo que le cerraba la posibilidad de salir adelante en el corto plazo.


     Para el sigo XX, los jóvenes burgueses y proletarios ocuparon cada vez en mayor medida una posición protagónica en la escena política de occidente. Durante las guerras mundiales y los conflictos de la Guerra Fría, fueron involucrados directamente en las fuerzas armadas y muchos de ellos iniciaron movimientos pacifistas. Además, derivado de la inconformidad con su situación social y con lo que ellos identificaron como la pérdida de valores y de identidad en una sociedad posmoderna, se organizaron en pandillas, lo cual les permitía recuperar lo que consideraban perdido, o medios para salir adelante en una sociedad que les había cerrado las puertas. 


     Como consecuencia de las transformaciones mencionadas, la juventud se caracterizara entonces por la no integración o la integración parcial en las estructuras productivas y reproductivas. Los jóvenes, incluso los que provienen de clases dominantes tienen durante esta etapa, un escaso control sobre la mayor parte de los aspectos decisivos de su vida y están sometidos a la tutela de las instituciones adultas. Esta etapa que se caracteriza por su transitoriedad en algunos casos está marcada por la pasividad de los jóvenes pero en otros no es así. Respecto a los que se encuentran en el segundo caso, es frecuente que generen culturas juveniles que se pueden definir como la manera en que sus experiencias sociales son expresadas colectivamente, mediante la construcción de estilos de vida distintivos, desarrollados fundamentalmente en el tiempo libre o en espacios intersticiales de la vida institucional. Así, ha ocurrido la aparición de micro-sociedades juveniles, con grados significativos de autonomía respecto de las instituciones adultas, que se dotan de espacio y tiempos específicos y que coinciden con grandes procesos de cambio social en el terreno económico, político, educativo, laboral e ideológico. El estilo que los grupos de este tipo desarrollan es central y se refiere a la manifestación simbolica de la cultura juvenil correspondiente, que es expresada en un conjunto más o menos coherente de elementos materiales e inmateriales que los jóvenes consideran representativos de su grupo. Este tiene que ver con la vinculación entre objetos, actividades y valores que producen y organizan la identidad del grupo, y está conformado en general por el lenguaje, la música, la estética, las producciones culturales y las actividades que estos conjuntos realizan.


     Los grupos como las pandillas son, desde la perspectiva de Feixa, una cultura juvenil que aparece en sectores urbanos populares. Las pandillas son grupos informales localizados formados por jóvenes de clases medias bajas y bajas, que utilizan el espacio urbano para construir su identidad social. Cada banda puede caracterizarse por un determinado estilo, aunque puede también ser la mezcla sincrética de varios grupos existentes en su medio social. Estas, según el autor se construyen a partir de las condiciones sociales propias del contexto en el que se gestan, y de las imágenes culturales entendidas como el conjunto de atributos ideológicos y simbólicos asignados y/o apropiados para los jóvenes.



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